Cuando David Lean aún no estaba considerado como el último coloso del cine de gran espectáculo, su amigo y descubridor Noel Coward le dio un consejo: «Haz lo que te guste: pero si lo que hagas no le gusta al público, márchate del mundo del espectáculo». Películas como Lawrence de Arabia demuestran que la sabia advertencia del famoso dramaturgo no cayó en saco roto y se lo demostró creando una obra maestra.
Todo empezó a finales de la década de los cincuenta. Después del éxito de, El Puente sobre el río Kwai, el productor Sam Spiegel y David Lean decidieron asociarse de nuevo para continuar con su fructífera colaboración. Ambos tenían una vaga idea de lo que buscaban: filmar otra historia de un hombre enfrentado a circunstancias extraordinarias en un escenario exótico. Su primera intención fue llevar al cine la vida de Gandhi, una idea que rondaba desde hacía años por la cabeza del director, pero el proyecto era demasiado complejo como para poder abordarlo con éxito.

UN LARGO CAMINO, DESDE GANDHI HASTA LLEGAR A LAWRENCE DE ARABIA
Su siguiente objetivo fue, la figura de Thomas E. Lawrence, la cual parecía mucho más fácil de poder llevarla a la pantalla grande. Sobre todo porque sus andanzas en el desierto estaban contadas en una autobiografía titulada, Los siete Pilares de la sabiduría. Un personaje que lo tenía todo, era un héroe romántico, poeta visionario, exhibicionista, asceta y mercenario, considerado por unos como un dios, por otros como un gran líder militar y por algunos como un sadomasoquista y un don nadie, su misticismo y la dimensión épica de su vida encajaban como un guante en el estilo del cineasta británico, David Lean.
Este proyecto se veía factible y muy interesante y el primer paso era conseguir los derechos del libro, propiedad en aquellos momentos de la Rank. El legendario productor Alexander Korda tenía previsto dirigir un filme basado en las memorias de Lawrence, y lo iba a protagonizar Dirk Bogarde y con guión de Terence Rattingan. La película no llegó nunca a realizarse y Rattingan transformó su guión en una obra teatral titulada Ross, que estaba representada con gran éxito en el West End con Alec Guinness en el papel principal.
Y al mismo tiempo que la renuncia de la Rank eliminaba un enorme obstáculo en el camino del director Sam Spiegel, la amenaza de un segundo proyecto empezó a pesar sobre su cabeza, el productor Herbert Wilcox adquirió inmediatamente los derechos de la obra y anunció que rodaría una biografía con Laurence Harvey de protagonista.
LOS SIETE PILARES DE LA SABIDURÍA, DE THOMAS E. LAWRENCE
Eso parecía como si de repente todo el mundo quisiera trasladar a la pantalla la vida del mítico aventurero. Sam Spiegel compró los derechos por la razonable cantidad de 20.000 libras de la época, y para tenerlo todo bajo control, se aseguró la exclusividad de otros cuatro libros sobre el personaje de Lawrence. A la vista de los acontecimentos, toda precaución era poca.
Cuando la idea de la película empezó a tomar forma sus responsables se inclinaron por un guíon original. Después de un ensayo poco fructífero con Michael Wilson, co-guionista de El Puente sobre el rio Kwai, eligieron al dramaturgo Robert Bolt para que elaborara el argumento de la película.
Este señor dijo que una de las fuentes de nuestra película sobre el personaje es su propio libro «Los siete pilares de la sabiduría». El guión es esencialmente creación de Robert de Lawrence, que es muy próxima a la mia. Exceptuando una brevísima introducción sólo hemos tratado los dos años que pasó en el desierto. De hecho toda su vida. Espero que hayamos creado un personaje interesante.
Para encarnar al protagonista, Spiegel quería a Marlon Brando. El director, en cambio, respiró tranquilo cuando los sucesivos retrasos de El rostro impenetrable le impidieron intervenir en el proyecto, pues temía que el rodaje se convirtiera en una especie de Brando de Arabia, donde el propio actor tan icónico fuera más protagonista que el propio personaje. Alec Guinness, que ya había interpretado al personaje en teatro, fue la segunda opción que se barajó a la hora de elegirlo como protagonista. Pero sus enfrentamientos con David Lean durante la filmación de El puente sobre el rio Kwai, donde el actor tiene un papel importante en esta gran película y además de la edad, eso hacía desaconsejar esa opción.

PETER O’TOOLE INTERPRETÓ A UN LAWRENCE IMPRESIONANTE
Finalmente, la selección se redujo a dos jóvenes actores ingleses llamados a tomar el relevo de la generación de los Lawrence Olivier, Gielgud y Richardson. A cambio empezaban a despuntar Albert Finney y Peter O’Toole. Si bien la elección del primero estaba justificada por las buenas críticas que tuvo en su primera película protagonista, Sábado por la noche, Domingo por la mañana, la opción de proponer a Peter O’Toole, que en teatro era conocido y tenía cierto recorrido, pero en cine no había hecho casi nada, parecía demasiado arriesgado tenerlo en cuenta para el papel de Lawrence de Arabia.
La gran actriz Katherine Hepburn, que durante su estancia en Londres para rodar De repente el último verano se había convertido en una fan suya, quien llamó la atención del productor sobre su inmenso talento. Las preferencias del director, sin embargo, se inclinaban hacia Albert Finney y sólo cuando éste rechaza una oferta de 250.000 libras por cinco años, es cuando Peter O’Toole acabó consiguiendo el papel de rebote haciéndose con esta oportunidad única en su carrera.

El reparto se completó con un elenco multiestelar formado por auténticas estrellas. Para el papel del general Allenby, Spiegel había pensado primero en Cary Grant otro actor importante y después en Laurence Olivier otro gran actor inglés, aunque fue Jack Hawkins quien acabó interpretando al comandante de las fuerzas británicas en Oriente.
UN REPARTO DE LUJO EN LOS SECUNDARIOS, ENCABEZADO POR ALEC GUINNES
Alec Guinnes fue elegido para encarnar al príncipè Feisal, Anthony Quinn sería el impulsivo Aouda, Arthur Kennedy como periodista americano, este papel en principio iba a interpretarlo Kirk Douglas, Claude Rains interpretó al asistente civil de Allenby, Jose Ferrer al perverso Bey que sodomiza a Lawrence y Anthony Quayle como el coronel Brighton, un oficial aterrado por la falta de ortodoxia del protagonista que va por libre en contra de las normas.
En cuanto a la otra gran revelación de la película, Omar Sharif, donde su presencia en la pantalla sólo constituyó una sorpresa para el público occidental, pues este actor se trataba una de las figuras más populares del cine egipcio y por extensión de todo el cine árabe.

PETER 0’TOOLE SUFRIÓ UNA TRANSFORMACIÓN POR DENTRO Y POR FUERA
Peter O’Toole, se preparó el personaje a conciencia desde que supo que iba a interpretarla. Se tiñó el pelo de rubio, se sometió a una operación de nariz para corregir una desviación y con la ayuda de Anthony Nutting, un antiguo ministro del Ministerio de Asuntos Exteriores, consiguió encontrar ese punto que le hizo conocer la forma de ser de los árabes.
Una vez en Jordania, su primera preocupación fue aprender a montar a camello. Los primeros días de aprendizaje fueron terribles, hasta que, con mucha habilidad, consiguió finalmente eliminar el dolor añadiendo una especie de sábana de goma esponjosa encima de la silla, un curioso invento que incluso fue adoptado con sorpresa por los propios beduinos. Y durante el rodaje, David Lean le llevó hasta los límites de su resistencia física para conseguir el máximo realismo posible, sometiéndole a una serie de pruebas que hubieran acabado con el masoquismo del verdadero Lawrence.

Su lista de heridas parece el índice de un manual de traumatología, y sin exagerar. Desde conmociones, esguinces, roturas de ligamentos, tirones musculares, quemaduras de tercer grado y magulladuras en todo el cuerpo. Pero curiosamente no fue en el desierto donde sufrió el percance más peligroso, sino precisamente en Inglaterra, cuando estuvo a punto de repetir realmente el fatal accidente en motocicleta de Lawrence al tropezar con un poste que sostenía las cámaras. El actor Peter O’Toole terminó la película a base de tesón y amor propio, aunque inmediatamente después tuvo que recluirse en un hospital de Londres para reponer fuerzas. La verdad es que quedó traumatizado y tal fue el mal trago que pasó que no vio la película hasta pasado veinte años.
EL COMIENZO DE UN RODAJE DE DIMENSIONES DESCOMUNALES

El rodaje, comenzó en mayo de 1961 en Djebel Tubeiq, un paraje abandonado desde hacía quince siglos, a cuatrocientos kilómetros de puerto de Aqaba y a 240 kilómetros del pozo más cercano. Las condiciones eran insoportables. Había que traer agua en cisternas y la comida llegaba en avión desde Inglaterra. Durante el día, el calor rondaba los 55 grados, lo que obligaba a rodar al amanecer o al atardecer, y el resto del tiempo el equipo permanecía alojado en tiendas de campaña similares a las que las Naciones Unidas tenían reservadas para los refugiados palestinos.
Solo con la llegada de Alec Guinness y de Anthony Quayle, los actores tuvieron camerinos. Como anécdota curiosa, reseñar que como las costumbres beduinas prohibían a las mujeres ser fotografiadas, en las escenas de masas donde era indispensable su presencia, hubo que recurrir a las mujeres de una pequeña comunidad cristiana. Desde el desierto jordano el equipo se trasladó en diciembre de 1961 a Almería, no sin antes disfrutar de algunas semanas de vacaciones en Inglaterra. En tierras españolas, se reconstruyó el puerto de Aqaba, Jerusalem, Damas y el ferrocarril de Hedjaz.
LAWRENCE DE ARABIA: EL ARGUMENTO
La película comienza con un breve prólogo que evoca el accidente del 13 de mayo de 1935 que puso fin a la vida de T. E. Lawrence. A continuación se ve un flashback que nos hace retroceder a 1916 para narrarnos los dos años que el protagonista pasó en el desierto y el comienzo de la leyenda de un joven oficial británico que unió a las tribus árabes contra los turcos y sus aliados alemanes.
Estamos en El Cairo, 1917, durante la Gran Guerra (1914-1918), T.E. Lawrence interpretado por Peter O’Toole, es un conflictivo y enigmático oficial británico, que es enviado al desierto para participar en una campaña de apoyo a los árabes contra Turquía. Él y su amigo Sherif Alí , que es el magnífico Omar Sharif pondrán en esta misión toda su alma. Los nativos adoran a Lawrence porque ha demostrado sobradamente ser un amante del desierto y del pueblo árabe. En cambio, sus superiores británicos creen que se ha vuelto loco.

Lawrence se presenta a los árabes como su dios y su lider, en el convencimiento de que un pueblo alimentado con ilusión va a responder mejor a una leyenda que a un hombre de carne y hueso. Pero su búsqueda de la gloria le lleva demasiado lejos, más lejos de lo que su mente es capaz de tolerar. Y se viene abajo. El padecimiento estoico del dolor se convierte en masoquismo, el amor a la victoria se convierte en amor a la muerte y a la violencia. Al final, derrotado y hundido, lo único que Lawrence desea es esconderse, desaparecer en la nada.
Hablando del director que pocos años antes había dirigido El puente sobre el rio Kwai, otra gran superproducción de dos horas y media de metraje, decir que era un perfeccionista. Amante de las grandes empresas y que sería el precursor de ese cine espectáculo que Steven Spielberg tanto idolatra. Este señor era capaz de pasarse todo un día esperando a que unas moscas quisieran posarse sobre un mapa, y también se sabe de su tacañería a la hora de repartir alabanzas entre los intérpretes.

Hay una anécdota del gran Alec Guinnes que le explicó a Peter O’Toole en un momento del rodaje donde estaba lleno de dudas con su personaje, que la ausencia de insultos del director equivalía a todos los elogios del mundo. Después de una estancia en Quarzazate, en el sur de Marruecos, el equipo, completamente agotado, regresó a Inglaterra para filmar las escenas de estudio y la secuencia de la muerte del protagonista. A mediados de septiembre de 1962, los actores dieron por concluido un rodaje que ninguno olvidaría mientras viviera. Ya solo faltaba montar kilómetros y kilómetros de celuloide.
EL ESPERADO ESTRENO DE LAWRENCE DE ARABIA
El estreno oficial tuvo lugar en Londres el 10 de diciembre de 1962 en presencia de la Reina de Inglaterra. A la salida de la proyección, Noël Coward (actor,dramaturgo y compositor ingles de reconocido prestigio), se limitó a decirle a Peter O’Toole: «Si Lawrence se hubiera parecido a usted, habría habido más de una docena de turcos haciendo cola en escena de la violación». El éxito de la crítica y público fue inmediato, y la Academia reconoció con siete Oscars, entre ellos el de mejor película y mejor director, la indiscutible categoría de la cinta. Curiosamente los dos actores lanzados a la fama con el filme, Peter O’Toole y Omar Sharif, se quedaron sin la dorada estatuilla tras haber sido nominados.

De hecho el metraje es muy extenso, porque desde su estreno la película fue perdiendo metraje progresivamente. En realidad, la copia íntegra de 222 minutos, sólo pudo verse durante algunos meses. A principios de 1963, los exhibidores le cortaron veinte minutos porque en las proyecciones de tarde noche no daba tiempo a los espectadores a coger el último tren. Increible pero es cierto. Y desde entonces el filme fue perdiendo por el camino otros quince minutos más. A su vez, David Lean colaboró en la masacre con un nuevo montaje destinado a la televisión, ignorando que esta versión reducida sería la que se repondría en los cines en 1971. A partir de entonces, la película recortó su metraje hasta extremos que su director nunca pudo imaginarse.
«David, mañana mismo vendrán a verle para pedirle aligerar el metraje de la película. Lo que el viento se llevó tenía la misma longitud y cuando estuvo terminada, también me pidieron cortarla. Recuerda usted, simplemente, que hasta el día de hoy, mi película sigue siendo el mayor éxito de la historia de cine. No les permita que corten la suya, David».
David O.Selnick-productor de cine
LA RECUPERACIÓN Y LA RESTAURACIÓN DEL METRAJE ORIGINAL DE UNA OBRA MAESTRA DEL CINE
Pues menos mal que a finales de los años 90 un tal Robert. A. Harris pensó que había llegado el momento de intentar lo imposible y no era otra cosa que recuperar el verdadero Lawrence de Arabia. Una misión que se antojaba heroica, ya que no existía nada firme, ni tampoco encontró una copia completa de la película. Harris consiguió luz verde de la Columbia para llevar adelante el proyecto, y cuando ya tenía en su poder 3.500 latas de cinta procedentes de Hollywood, Alemania, Inglaterra y Holanda, descubrió que no sólo las copias estaban en mal estado, rayadas, con fotogramas perdidos, sino que además faltaban veinte minutos de la banda sonora.
Hubo entonces que contratar a expertos en leer los labios y convocar a los protagonistas Peter O’Toole, Alec Guinnes y Anthony Quinn para volver a grabar los diálogos. Además el director tomó parte en la operación durante la etapa final, corrigiendo defectos de montaje y puliendo detalles, algo inaudito que creo que nunca se había hecho en tal magnitud hasta la fecha.
El principal mérito de esta laboriosa reconstrucción no estuvo tanto en el metraje añadido, que al fin y al cabo nada alteraba, como en la feliz restauración del exquisito sonido original y de la impresionante fotografía de Frederick E. Young. En 1989, el Festival de Cannes proyectó en la Gala de Apertura la copia completa del filme con todos los honores de un estreno. Dos años de trabajo, más de seiscientos mil dólares y los buenos oficios de Martin Scorsese y Steven Spielberg que al final fueron necesarios para ofrecer al espectador, tal y como su propio autor la creó, una de las joyas más valiosas del séptimo arte.
La verdad es que su notable esfuerzo mereció sin duda la pena. Porque lo que descubrió esta oportuna recuperación fue una obra maestra aún más redonda. David Lean acertó en trasladar a la difícil escala de superproducción, la intensidad dramática, el dibujo de caracteres y la tensión de situaciones que sólo parecían posibles en el marco de películas menos colosales. Durante cerca de cuatro horas, el espectador asiste maravillado a una sucesión de acontecimientos que desbordan la pantalla de 70 mm, unas dimensiones impresionantes para la época que hacen que brille aún más, esta película inolvidable.
Lawrence de Arabia es una película que no se puede describir con palabras, hay que verla para creerla, para amarla y para quedarse sobrecogido en la butaca. Los momentos de belleza excepcional se suceden a lo largo de la proyección, desde las cabalgadas del desierto, el asalto al tren la conquista del puerto de Aqaba o esa elipsis deslumbrante en la que se pasa de un primer plano del protagonista soplando una cerilla a un cielo rojizo sobre el desierto. Es decir un sinfín de escenas que te quedan marcadas a fuego en tu mente y en tu corazón.
Escenas espectaculares que no impiden que la película sea, ante todo, un estudio intimista de un personaje ambiguo y enigmático. Así como una historia donde el pasado importa menos que la búsqueda romántica de la imaginación. Ya lo dijo Sam Spiegel: «No hemos querido explicar la leyenda de Lawrence, sino perpetuarla».

David Lean no necesitó narrar un episodio amoroso para llegar al corazón de los espectadores. Le bastó con el rostro de Peter O’Toole, uno de esos actores de cuyos rasgos se enamora la cámara y que saben comunicar al público un inmenso caudal de sentimientos, para transmitir sensaciones tan difíciles de expresar como el descubrimiento de la belleza del desierto o el descenso a los infiernos del hombre que un día rozó el cielo. La suya ha sido una de las apariciones más deslumbrantes de la historia del cine.
La película fue un éxito no solo por el director y el productor, lo fue por todo un equipo que trabajó con pasión y sobretodo por los grandes interpretes que le dan a la película una entidad mucho más grande si cabe todavía. Y también destacaría a Alec Guinness, un monstruo sagrado capaz de robar con su sola presencia la película a los protagonistas.
Sobre Lawrence de Arabia puede hablarse largo y tendido. Los años no le han quitado ni un minuto de interes, todo lo contrario, la suerte que hemos tenido nosotros de recuperar su metraje original, que si hubiera sido mayor tampoco nos habría importado. Sus dos primeras horas son insuperables, y la perfección de un filme aún hoy tan impactante y deslumbrante, que hace que ver el cine en pantalla grande sea un espectáculo sin igual. Os la recomendamos porque esto es cine del auténtico.

+QCINE, ALGO MÁS QUE UN PROGRAMA SOBRE EL SÉPTIMO ARTE
+QCine, presenta un nuevo programa en Radio Nova, sobre la sección CINE CON MAYÚSCULAS, donde hablaremos de la legendaria película Lawrence de Arabia dirigida por David Lean. Una película soberbia y una de las obras maestras indiscutibles del cine. Y además tendremos la presencia de Xavi Pires que nos hablará en su sección, SERIEMANÍA, de un buen número de series y mini series para ver en estos dias.
¿ Cómo escuchar y/o descárgate el programa +QCine ?. Muy sencillo. El programa estará en las plataformas el jueves 21 de mayo a partir de las 8 de la mañana. En Ivoox lo puedes descargar desde aquí. +QCine es un programa está realizado por Javier Pérez-vico y Raül Bocache que se emite normalmente en directo de 20 a 21 horas en Radio Nova. Puedes escucharlo Online en +QCine de Radio Nova(escucha aquí online). Para sugerencias y comentarios puedes hacerlos en: contacto@masqcine.com
Javier Pérez-vico
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