Antecedentes
En 1930, Sin novedad en el frente, un drama humanitario sobre la Primera Guerra Mundial dirigido por Lewis Milestone (1895 -1980) y basado en el best-seller de Erich Maria Remarque, reflejó los sentimientos de una generación de norteamericanos que estaría de acuerdo con la letra de la canción “I Didn’t Raise My So to be a Soldier“.
El filme mostraba el conflicto desde el punto de vista alemán, y los villanos eran los políticos y ciudadanos que usaban el patriotismo como excusa para enviar a los jóvenes a morir en el frente.
La película apelaba a los sentimientos de la gente que recordaba los horrores de la “guerra de la guerras“. El protagonista, Lew Ayres, llegó a estar tan personalmente comprometido con el pacifismo que incluso en la Segunda Guerra Mundial fue objetor, cuando el sentimiento nacional había cambiado.
En la década de 1930, a pesar (o debido a) las noticias procedentes de Europa o Asia, filmes como El hombre que volvió por su cabeza (1934), representaba la guerra mundial como un infierno promovido por políticos populistas, traficantes de armas corruptos y fanáticos.
El ascenso del nazismo alteró Hollywood. Irónicamente, los responsables de los estudios, mayoritariamente judíos, tenían un estilo personal que les podría haber llevado a admirar el fascismo (Harry Cohn, de Columbia, decoró su despacho al estilo de Benito Mussolini), si no fuera por el antisemitismo que trajo consigo el nazismo.
Productores como Cohn, Walt Disney (uno de los pocos gentiles en la industria) y Louis B. Mayer estaban más entusiasmados batallando con los comunistas en la década de 1950 que en prevenir de la amenaza del fascismo.
Hollywood también ansiaba asegurar las ganancias de sus películas en Europa. La retórica intelectual e incendiaria contra Hollywood, proveniente de la derecha y de la izquierda, no se ensució con el antisemitismo de la década de 1930, y los capos de los estudios preferían mantener la tranquilidad sobre política y religión.
Cuando la Warner hizo valientemente La vida de Emile Zola (1937), cuyas crónicas del escritor francés hablaban de la implicación en el caso Dreyfuss, el judaismo de Dreyfuss apenas se mencionaba. Sin embargo, la popularidad de Sin novedad en el frente (1930) irónicamente forzó a Hollywood a realizar más producciones dirigidas al estado de Alemania con la esperanza de que se repitiera el éxito del original.
The Road Back (1937), Tres Camaradas (1938) y Tormenta mortal (1940) nacieron a partir de Sin novedad en el frente para mostrar cómo la posguerra alemana se trasformaba por la violenta política de derechas. Tormenta mortal crea una clave para el “romántico antifascismo hollywoodiense” cuando vemos a una joven pareja acorralada por sus agresores, mostrados como una selva de brazo alzados (a imagen y semejanza del saluda fascista).
La Warner Brothers fue el estudio de Hollywood más beligerante con el nazismo y canceló sus operaciones comerciales en Berlín, supuestamente porque unos asesinos antisemitas acabaron con su representante alemán. En 1939, el estudio produjo la incendiaria Confesiones de espía nazi, basada en hechos reales, sobre la actividad de espías alemanes en Estados Unidos. La película pretendía desmontar la información que vertía la federación alemano-americana.

Otra guerra mundial parecía inevitable, y la industria del cine respondió con filmes. Idiot’s Delight (1939) se basa en una obra de Robert Sherwood y trata de los americanos atrapados en Europa al estallar la guerra. Se proyectó sólo unos meses antes de que la realidad la superara. La idea se centraba en que era inevitable que los estadounidenses se involucraran. Aunque hasta que llegó ese momento los aislacionistas criticaron fuertemente la manera en que Hollywood se ponía del lado británico en los primeros días de la guerra, especialmente cunado cineastas británicos como Charlie Chaplin (1889 – 1977) con El Gran Dictador (1940) y Alfred Hitchcock (1899 – 1980) con Enviado especial (1940) se involucraron en la lucha.
Sensiblemente a los reproches de que Hollywood estaba haciendo propaganda antinazi, la Metro-Goldwyn-Mayer realizó una película proaria, Florian (1940). Es un drama alegórico sobre el adiestramiento de los caballos Lipizzner de Austria, en el que un cariñoso partidario de la disciplina reúne a animales variados y consigue dar forma al establo. Robert Young acaba con ellos, como poco creíble en el papel de un sustituto de Hitler.
En 1941, Hollywood quizás estuviera en una mejor posición para luchar en la guerra mejor que el ejército o cualquier industria de defensa. Resignada por la perdida de los mercados europeos, en la línea de la política de “buena vecindad” del presidente Roosevelt, la industria realizó experimentos tan variados como la inacabada It’s All True (1943), de Orson Welles (1915 – 1985), y los musicales de Carmen Miranda de la Fox para entrar en los mercados hispanoamericanos. Incluso antes de la entrada de Estados Unidos en la guerra, Hollywood producía pocas películas propagandísticas.
A las pocas semanas de Pearl Harbor, Hollywood se vio obligado a ser patriota produciendo filmes de guerra.