Antecedentes
El crítico Andrew Sarris en su estudio sobre las películas sonoras “You Ain’t Heard Nothin’ Yet” describe el 23 de octubre de 1927, fecha en la que se estrenó “The Jazz Singer (El cantante de Jazz)” en Nueva York, como “un día importante en la historia del cine, con su temido impacto al igual que lo fue Waterloo, Sarajevo y Pearl Harbor”. Esta afirmación hiperbólica refleja la naturaleza del cambio que supuso la introducción del sonido y los miedos apocalípticos de aquellos que creían que las películas con sonido irían en detrimento del arte del cine.
El sonido había sido una aspiración desde la prehistoria del cine. Tanto que en 1888 Eadweard Muybridge decía haber debatido con Thomas Alvah Edison la posibilidad de usar el proceso de grabación de sonido Edison para acompañar a su proyector zoopraxiscopio. Durante el período mudo, se hicieron muchos experimentos para introducir el sonido grabado de manera mecánica en el cine, y dos formatos de sonido fueron evolucionando de manera gradual: el sonido en disco (el sonido está producido por una cinta de fonógrafo independiente reproducida de manera sincronizada con la imagen) y el sonido sobre la película (el sonido está físicamente grabado en las tiras de película que contienen la imagen). Aunque, en un principio, la técnica de sonido en disco encontró éxito, con el predominio de uso del Vitaphone en la industria, fue el sonido sobre la película el que iba a prevalecer.
En 1921, con “Dream Street (La calle de los sueños)”, D. W. Griffith (1875 – 1948) intentó realizar un largometraje usando un proceso de sonido. Estrenado por primera vez en versión, apareció una segunda versión en Nueva York con una introducción de Griffith, y una escena sonora con una canción grabada y algunos efectos de sonido. Al igual que “Broken Blossoms (Lirios rotos)”, de Griffith. En «Dream Street» se usó un proceso anacrótico Photokinema de sonido sobre disco, el experimento de Griffith resultó poco factible porque muchos cines no disponían de la infraestructura técnica necesaria para reproducirlo. La primera película sonora comercial se estrenó en agosto de 1926, cuando Warner Bros. proyectó «Don Juan» usando el sistema Vitaphone. Dirigida por Alan Crosland (1894 – 1936). «Don Juan» era una película de capa y espada, acompañada por una banda sonora de orquesta y efectos sonoros.
Fue, sin embargo, «The Jazz Singer«, de Alan Crosland la que originó el gran salto. El impacto de este filme puede resultar difícil de entender para un público moderno. Basada en la obra de teatro de Samson Raphaelson, esta narración sentimental del hijo de una cantante judío que se aleja de su padre por su deseo de cantar jazz (la definición del jazz de la película incluye canciones sentimentales y los denominados minstrelsy show), no es, en sí, una película sonora. Hay una banda sonora, pero, aparte de dos escenas, el diálogo se transmite a través de sus intertítulos. Sin embargo, son las dos escenas de diálogo las que resultaron claves para el éxito de la película. En medio de su interpretación, Jakie Rabinowitz (Al Jolson) introduce el siguiente número con entusiasmo: “Esperad, esperad, ¡no habéis escuchado nada todavía!”. Más adelante, Rabinowitz le canta a su madre “Blue Skies”, el éxito de Irving Berlin de 1926, se detiene un momento y le dice que si consigue la fama, la instalará en el Bronx, donde están los Ginsberg, los Guttenberg y los Goldberg. Ambas escenas transmiten una sensación de intimidad y proximidad, y el exaltado “¡No habéis escuchado nada todavía!” de Jolson proporcionó un eslogan irresistible para las películas sonoras.
«Lights of New York» (1928), un melodrama de gángsters de la Warner Bros., fue el primer largometraje con sonido. Su director, Bryan Foy (1896 – 1977), inicialmente tenía permiso para un corto, pero aprovecho la ausencia de los jefes del estudio, Harry y Jack Warner, para ampliar su primer largometraje. Encontró buena acogida entre el público (generó 1,3 millones de dólares de beneficios) pero no entre la crítica. «Lights of New York» se convirtió en un hito atípico. Como comentó el productor de Warner Bros., Darryl F. Zanuck, “The Jazz Singer introdujo el sonido, Lights of New York el diálogo, lo que revolucionó totalmente el movimiento”.
En 1929, Ernst Lubitsch (1892 – 1947) dirigió su primera película sonora, «The Love Parade (El desfile del amor)«, protagonizada por Maurice Chevalier y Jeannette MacDonald. Lubitsch aportó su característica perspicacia a la rutinaria historia romántica, demostrando que el sonido y el diálogo no tienen por qué implicar una cámara inmóvil. La primera película sonora de King Vidor (1894 – 1982), «Hallelujah (Aleluya, 1929)«, también era un musical. La historia se basaba en los aparceros negros y fue una de las primeras películas de Hollywood en recurrir a un reparto compuesto únicamente por actores afroamericanos.
Uno de los directores más significativos de la era con sonido fue Rouben Mamoulian (1897 – 1987). Empezó su carrera como director porque los estudios necesitaban a directores capaces de manejar el diálogo. Su primer largometraje, “Applause (Aplauso, 1929)”, es un musical de bastidores en el mundo del burlesque desinflando la ilusión del glamour y mostrando la maestría del sonido. La película está llena de momentos memorables: susurrando mensajes con música estridente (un efecto que se consiguió grabando los susurros y el canto en dos canales diferentes y mezclándolos para que los espectadores pudieran escuchar ambos); la escena de dos amantes en un salón de baile que ponen fin a su relación y su diálogo, acompañado por las sombras dramáticas de bailarines que se mueven en la pared detrás de ellos.
Era imposible que el resto del mundo no siguiera la transición que estaba experimentado en cine estadounidense hacia las películas con sonido. En Inglaterra, el cambio se hizo de una forma más gradual, pero el que se considera el primer filme británico con sonido también es una de las obras maestras del momento. “Blackmail (La muchacha de Londres. Chantaje, 1929”, de Alfred Hitchcock, con la combinación de una aproximación naturalista a un diálogo que capta los ritmos de la vida de clase media baja, con una especie de expresionismo sónico. Esto se demuestra, por ejemplo, en una escena en la que la protagonista, asustada, está sujeta a un monólogo del vecino, que se transforma en una repetición sin sentido, del cual la palabra cuchillo se distingue con brutal claridad.
En Francia, “The Jazz Singer” no se estrenó hasta 1929, y la evolución del cine sonoro fue mucho más lenta. Mientras que los estudios cambiaban, se filmaba en otros lugares (en Inglaterra, por ejemplo) y se convertían las películas mudas. En 1930, aparecieron dos filmes vanguardistas: “L’âge d’or”, de Luis Buñuel, y “Le sang d’un poète”, de Jean Cocteau (1889 – 1963). Aunque ambas recurren al sonido de forma experimental, ninguna de ellas se puede considerar una “película sonora”. La primera película sonora francesa, “Les trois masques (1929)”, dirigida por André Clair (1898 – 1981) se consideró rápidamente maestro del sonido con tres películas de mucho éxito. La primera, “Sous les toits de Paris (Bajo los techos de París, 1930)”, es un musical de que se desarrolla en una barrio de clase obrera y que opta por diálogos más poéticos que realistas. La segunda, “Le million (El millón, 1931)”, es una farsa romántica sobre la pérdida de un billete de lotería. La tercera, una sátira musical, “A nous la lberté (Viva la libertad)”, es un estudio anárquico de la monotonía del trabajo en la industria que constituye un antecedente de “Modern Times (Tiempos modernos)”, de Charlie Chaplin.
La llegada de las películas sonoras trajo una innumerable lista de bajas, y fue el mayor cambio generacional en la historia del cine. Una de las primeras bajas fue Abel Gance (1889 – 1981), cuyas películas mudas, incluida “Napoleón”, habían encontrado mucho éxito. Su película de ciencia-ficción “La fin du monde (El fin del mundo, 1931)” tenía una banda sonora ininteligible, con lo que los diálogos fueron incomprensibles. Dirigida por Gene Kelly (1912 – 1996) y Stanley Donen (1924), “Singin’in the Rain (Cantando bajo la lluvia, 1952)” es famosa por el tratamiento entretenido que hace de las primeras dificultades que conllevó la llegada del sonido en el cine. La película presenta los primeros años del cine sonoro, desde el aparatoso equipo y las cámaras, los problemas para grabar directamente en el micrófono y el imposible doblaje de acentos. El destino de la elegante actriz de la película muda en “Singin’in the Rain”, Lina Lamont, cuya belleza es incapaz de superar su desagradable acento, se suma al de otras estrellas de la generación incapaces de vivir la transición al sonido.
En Alemania, la llegada del sonido dio un nuevo ímpetu al cine de los últimos años de la República de Weimar. “Der blaue Engel (El ángel azul, 1930)”, de Josef Von Sternberg (1894 – 1969), fue un éxito inmediato que llevó a Marlene Dietrich a la fama. Filmada de manera simultánea en inglés y alemán, trata de la historia de la caída de un maestro (Emil Jannings) a través de su obsesión por la cantante de cabaret Lola Lola, interpretada por Dietrich; fue un éxito a ambos lados del Atlántico. Este se debió a la inclusión de la balada de Friederich Hollander “Falling in love again”, cantada por la seductora Dietrich al principio de la película, con una frialdad sin arrepentimiento al final de la misma. Al año siguiente, G. W. Pabst (1885 – 1967) adaptó “Die 3-Groschen Oper (La comedia de la vida)”, de Bertolt Brecht, que se filmó simultáneamente en inglés y francés.
La primera película con sonido de Fritz Lang (1890 – 1976) fue “M (M, el vampiro de Dusseldorf”, que también se estrenó en el año 1931. El clímax del filme, en el que el asesino de Peter Lorre, avasallado por una mezcla de histeria y angustia, intenta explicar su compulsión demoníaca a un tribunal compuesto por la gente de los bajos fondos, es una de las escenas más poderosas en el primer período del cine sonoro y no hubiera podido transmitir una fracción de su intensidad son simples intertítulos.