Antecedentes
En junio de 1942, el teniente comandante John Ford USNR(1894 – 1973) fue herido de metralla, mientras estaba en un atolón del Pacífico filmando, cámara en mano, por un ataque de avión japonés. Ese metraje formó parte del documental The Battle of Midway (1942). El papel de Ford era transmitir las noticias de la guerra a la retaguardia “para que las madres de América puedan saber que estamos en esta guerra y que, a pesar de que nos han dado una buena paliza durante cinco meses, ahora estamos empezando a devolverla”.
Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos de los grandes talentos del cine se involucraron en el esfuerzo de la contienda y los mejores filmes de propaganda estuvieron al mismo nivel que cualquier otra expresión de arte popular.
En Reino Unido, Humphrey Jennings (1907 – 1950), con su documental Listen to Britain (1942), impregnó de poesía su proyección con la visión de la vida en la retaguardia. El debut de David Lean (1908 – 1991) Sangre, sudor y lágrimas (1942), codirigida junto a Noël Coward (1899 – 1973), es la historia de una barco a través de los recuerdos de su tripulación. When the Day Well? (1942), de Alberto Cavalcanti (1897 – 1982) mostraba a una pequeña comunidad rural que resiste una inesperada invasión nazi.
En Alemania, la propaganda era sinónimo de demonización. El judío Süss (1940), promovida por Joseph Goebbles y dirigida por Veit Harlan (1899 – 1964), tomó parcialmente la novela homónima de Lion Feuchtwanger (1925) y el relato breve de Wilhelm Hauff (1827) para transformarlos en una violenta propaganda antisemita. La campaña de Polonia (1940), de Fritz Hippler (1909 – 2002), era un documental realizado después de la invasión de Polonia, planeado para mostrar a los polacos como agresores de Alemania.
En 1940, Italia y España coproducieron Sin novedad en el Alcázar, dirigida por Augusto Genina (1892 – 1957), un filme creado para mostrar el heroísmo de los soldados franquistas a través del ficcionado asedio al Alcázar de Toledo por parte de las tropas republicanas.

El gran exponente del neorrealismo, Roberto Rossellini (1906 – 1977), rodó una trilogía para ayudar al esfuerzo de guerra italiano entre 1941 y 1943: La nave bianca, un drama esponsorizado por la marina; Un piloto retorna, sobre una prisionero italiano internado en un campo británico, y L’uomo della croce, que muestra la aportación italiana al frente del este en 1942.
Estados Unidos entró en la guerra en 1941, pero antes ya se produjeron películas que criticaban el aislacionismo, como Enviado especial (1940), de Alfred Hitchcock (1899 – 1980), donde Estados Unidos, aún neutral, envió un mensaje a la bombardeada Londres. Después de Pearl Harbor, Hollywood se dispuso a golpear con gusto a los poderes del eje en filmes como Los verdugos también mueren (1943) y 30 segundos sobre Tokio (1944). Frank Capra (1897 – 1991) rodó Why We Fight (1942 -1945), una serie de documentales donde se explica la política de guerra de las tropas y que también se proyectó para el público.
El corto documental sobre la campaña italiana, The Battle of San Pietro (1945), de John Huston (1906 – 1987), fue tan realista que inicialmente las autoridades impidieron su estreno. Cuando Rusia llegó a ser aliado contra el eje, Hollywood fue presionada para hacer la prosoviética Mission to Moscow (1943), de Michael Curtiz (1886 – 1962), una notable y amable descripción del régimen de Jósef Stalin.
The North Star (1943), dirigida por Lewis Milestone (1895 – 1980), muestra a partisanos rusos cantando canciones de Ira Gershwin. Curiosamente, al final de la guerra, Rusia era ya un enemigo, ya que las dos producciones tuvieron que pasar el control del comité de actividades antiamericanas.