Antecedentes
La gran depresión
El crack de la bolsa de 1929 inició una época de desesperación y paro en los Estados Unidos. Se calcula que en 1933, unos 14 millones de estadounidenses en edad de trabajar estaban sin empleo.
Los musicales de la década de 1930 captaban la energía desesperada y febril que desprendía la gente frente a la gran depresión.
En la escena coreografiada por Busby Berkeley en Vampiresas, 1933, en la letra de la canción “We’re in the Money” dice las frases “El desaparecido dólar ha vuelta al rebaño. Con plata puedes convertir tus sueños en oro“.
La alegría de las chicas del coro parece forzada y la vinculación entre el sexo y el dinero es evidente. Sin embargo, sería un error pensar que los musicales de la década de 1930 sólo trataban de opulencia, sexo y escapismo. En un ambiente tan desalentador, bailar se convertida en un desafío.
En la película La calle 42, 1933, las secuencias de Berkeley mostraban policías, gánsters y dependientes, todos ellos bailando, como si quisieran alejar los problemas cotidianos. Los musicales de la época también como Desfile de candilejas, 1933, se basaban en que los ensayos pedían “esfuerzo, sangre y sudor“.
Siempre había un director exigente y un joven héroe o heroína ingenuo/a que se esforzaba y se convertía en estrella del espectáculo. El optimismo incesante del director y sus bailarines siempre se veían recompensados.
Berkeley o Astaire
Se produjo una distinción entre los musicales de la década de 1930 de la Warner Bros., con coreografías expresionistas de Berkeley, y los que mostraban a las estrellas bailando. Como dijo Fred Astaire, “O baila la cámara, o bailo yo“.
En las películas de Astaire, la estrella se solía ver a plano completo y en planos-secuencia para que el público pudiera apreciar sus movimientos. En las escenas de baile de Berkeley, los bailarines formaban parte de elaborados diseños geométricos que el coreógrafo recreaba de manera algo artificial en la película. La cámara pasaba entre bailarines, por encima e incluso a veces entre sus piernas. El público no podía ver si los protagonistas bailaban de verdad.
No había ninguna duda en el caso de Astaire, cuyas piernas estaban aseguradas en un millón de dolares y que incluso quería que los técnicos diseñaran el material para filmarle mientras bailaba.
Las coreografías de Astaire parecen sencillas; así, en Sombrero de copa, 1935, el actor siempre sonríe y Ginger Rogers aparece radiante, como si bailaran de manera espontánea. El público de los musicales de la época de la depresión podía perderse en las escenas musicales que parecían sencillas pero las coreografías no lo eran.
Astaire era tremendamente duro consigo mismo y casi igual de exigente con Ginger Rogers. Se estima que gastó unos 1000 pares de zapatos de baile a lo largo de su carrera. Mientras se filmaba Swing Time (1936), su sumo perfeccionismo obligó a Rogers a practicar tanto que le sangraron los pies en los zapatos de satén.

Otra diferencia con los musicales de Astaire y las películas con muchos bailarines de Berkeley es que los primeros están basados en el individualismo, mientras que las segundas celebran el colectivismo.
Algunos estudiosos han sugerido que Berkeley o era un idealista del new deal que reafirmaba los beneficios de un trabajo en grupo, o un sátiro, cuya cámara era como un ojo lascivo, que examinaba a las chicas de los coros bajo todos los ángulos posibles.