Antecedentes
Los inicios
Al principio, las películas eran cortas y narraban historias simples: eventos cotidianos, algún acontecimiento mágico. Simplemente se ponía la cámara a grabar y se iban sucediendo los hechos. El cine nació como una forma de espectáculo que ofrecía la posibilidad de recrear el pasado, imaginar el presente y visualizar el futuro.
Hasta el siglo XX no apareció un guion estructurado. Los primeros que utilizaron una trama organizada estaban en Europa, no en Hollywood que todavía no existía. Los cineastas que más destacaron fueron franceses; Georges Méliès (1861 – 1938), Charles Pathé (1863 – 1957) y Ferdinand Zecca (1864 – 1947).

La historia inicial del cine tenía muchas complicaciones, una de ellas era la incapacidad de crear continuidad en la acción a partir de la sucesión de planos. Una de los primeros films que solventaron ese problema era Attack on a China Mision – Bluejackets to the Rescue (1900), película inspirada en los acontecimientos históricos de la rebelión de los bóxers que tuvo lugar en China (1898 – 1901).
George Méliès fue el primero en captar las posibilidades del cine como un vehículo de ilusión y fantasía. Méliès fue el mago de los trucos, al mezclar temas fantásticos y elementos macabros. En su película L’homme à la tête en caoutchouc (1901), se presenta a un científico, interpretado por el propio Méliès, que se dedica a inflar su propia cabeza con un tubo de goma. Otros films como Le voyage dans la lune (1902), en la cual vemos la imagen, famosa, de un cohete alunizando en el ojo de la luna. Pero a pesar de todas las deslumbrantes innovaciones cinematográficas que creó Méliès, sus películas nunca dejaron sus raíces del teatro.
Paralelamente, nació La Société Film d’Arts con el objetivo de aumentar el nivel artístico del cine, y por ello se especializó en adaptaciones literarias y en temas históricos. El primero y más conocido fue L’assassinat du duc de Guise (1908), dirigida por Charles Le Bargy (1858 – 1936) y André Calmettes (1861 – 1942), basada en un incidente del siglo XVI, cuando Enrique III confabuló para el asesinato de una aristócrata rival. La película proporciono un soberbio espectáculo histórico.
En la India, el pionero D. G. Phalke (1870 – 1944) se dedicó al mundo del cine después de ver una película sobre la vida de Cristo. Así nació Raja Harishchandra (1913), un ambicioso y elaborado drama de época, basado en la mitología hindú y que marcó el inicio del cine en la India.
En Italia, los primeros cineastas combinaron temas mitológicos con puestas en escena muy espectaculares. Dante proporciona con sus obras una importante inspiración. La película L’inferno (1911), dirigida por Giuseppe de Liguoro, Francesco Bertolini y Adolfo Padovan es considerada como el primer largometraje italiano de la historia y una de los primeros films surrealistas. El género histórico se desarrolló a través de producciones notables como La caduta di Troia (1913), Giovanni Pastrone (1883 – 1959) y Gli ultimi giorni di Pompeii (1923), del director Mario Caserini (1874 – 1920).
En Estados Unidos, el primer filme narrativo fue The Great Train Robbery (El gran robo del tren, 1903), dirigida por Edwin S. Porter (1870 – 1941) que aportó al mundo del cine innovadoras técnicas de cámara y montaje. Sus planos de localización y el formato western introdujeron interés en el público de aquella época.

A medida que la tecnología iba avanzando, se hacían películas más largas. En 1907, el canadiense Sidney Olcott (1873 – 1949) hizo la primera versión cinematográfica de Ben – Hur , producida por la productora neoyorquina Kalem Company. En este film de 15 minutos de duración su director adapta la novela de Lew Wallace, escrita en 1880. La mítica carrera de cuadrigas esta falta de emoción al filmarse desde un punto fijo. Sin embargo, lo que hizo popular a la película fue los problemas que tuvo con los derechos literarios, hecho que marcó un precedente en las futuras adaptaciones en el cine.
Con el avance de la tecnología también empezaron a desarrollarse los miniseriales. Uno de los más famosos fue Fantômas (1913 – 1914), un serial de cinco partes basado en uno de los personajes más famosos de la ficción criminal francesa del mismo nombre. Su director, Louis Feuillade (1873 – 1925) e interpretado por el actor René Navarre, cada episodio tenía una duración de una hora y al final de cada uno había un cliffhander suficientemente suculento como para que el espectador deseara ver el próximo capítulo. Otro serial del mismo director fue Judex (1916), que explica las aventuras fantásticas de un héroe protagonista. Es quizás, la primera aparición de un héroe enmascarado. El prolífico cineasta francés también produjo el serial de diez partes Les vampires (Los vampiros, 1915), que cuenta la historia de una organización criminal parisina. Las técnicas del thriller que utilizó Louis Feuillane tuvieron influencia en otros directores posteriores, como Fritz Lang (1890 – 1976) y Alfred Hitchcock (1899 – 1980).
Al poder hacer películas más largas, la aparición de los estudios de Hollywood y unos presupuestos más suculentos dieron la oportunidad a los cineastas a producir adaptaciones literarias tales como 20.000 Leagues Under the Sea (1916), dirigida por Scotsman Stuart Paton (1883 – 1944), basada en la novela de Jules Verne de 1869. Dicha película fue verdaderamente destacada para su tiempo, los efectos especiales, las localizaciones y los elaborados decorados fueron los responsables. Además, Paton junto a los hermanos John y George Williamson rodaron para dicho film las primeras escenas bajo el agua.
Se encontró satisfecho, en producciones épicas de temática bíblica, el apetito de espectáculo. Un ejemplo fue The Ten Commandments (Los diez mandamientos, 1923) y Ben Hur: A Tale of the Christ (1925), dirigida por Fred Niblo (1874 – 1978) . Estas historias dieron más tarde lo que se conocía como el género de sword-and-sandal (espada y sandalia). Para que la carrera de cuadrigas fuera más excitante, se dio una recompensa de 100 dólares al ganador; produjo un terrible accidente, que todavía permanece en el montaje final de la película.

El espíritu pionero de George Méliès podía verse en las producciones de la década de 1920 y, a posteriori, en los efectos especiales del trabajo de Ray Harryhausen en las décadas de 1950 y 1960. Las técnicas eran mucho más complejas y las estructuras narrativas más sofisticadas, pero la idea básica del cine (reinventar y reinterpretar la realidad) ha permanecido inalterable desde aquellos días.
Hechos destacados
Fecha del hecho: 15.000 años atrás
Las pinturas rupestres de la antigüedad
Viajemos al pasado. Concretamente, unos 15.000 años atrás. Y adentrémonos una noche cualquiera en el interior de una cueva situada en algún lugar entre Francia y España. Allí, un clan de cromañones se dispone a presenciar un espectáculo muy especial. El chamán del grupo, provisto de una antorcha, acerca la luz a la pared de la caverna, adornada con pinturas rupestres que ilustran imágenes de animales y estampas de caza. Y al ir moviendo la antorcha, los animales allí pintados parecen cobrar vida. Los leones corren tras sus presas, los bisontes y los caballos tratan de escapar a galope tendido… ¿Se puede decir que estamos asistiendo a la primera proyección cinematográfica de la historia de la humanidad?
La afirmación es, quizá, demasiado categórica, pero lo que sugieren las últimas investigaciones es que los artistas prehistóricos ya utilizaban en sus pinturas técnicas que recuerdan a las de la animación actual. En definitiva, que eran capaces de crear dibujos animados. Mudos, por supuesto, pero en tres dimensiones (gracias al volumen de las paredes sobre las que se pintaron). Hasta en eso fueron pioneros.
Más patas de lo normal
El padre de esta hipótesis es el francés Marc Azéma, cineasta y doctor en Prehistoria de la Universidad de Toulouse. Su mente se iluminó al estudiar un friso en que aparecían las figuras de tres leones, en la gruta de la Vache, en la localidad gala de Ariège.
Mientras la mayoría de sus colegas opinaba que la imagen representaba a tres animales diferentes y que la escasa definición de sus formas indicaba que se trataba de una obra inacabada, Azéma comenzó a pensar que en realidad el león de la Vache era un solo animal, pero representado en tres posiciones distintas para crear una sensación de movimiento.
Inicialmente, su hipótesis no fue tenida en cuenta, y el propio Azéma tampoco estaba convencido de que su deducción fuera correcta. Pero poco a poco fue acumulando más pruebas en las cuevas de Lascaux (también en Francia), donde el investigador se encontró con al menos una decena de figuras de animales, principalmente equinos y bisontes, dibujados de una forma que podríamos denominar deconstruida. Es decir, los caballos en cuestión estaban pintados en dos imágenes superpuestas; una primera más tosca, con unos contornos poco definidos, y otra más acabada, yuxtapuesta sobre la primera y con unos contornos más definidos pero diferentes de los anteriores. Esto provocaba la sensación de que el animal en cuestión tenía dos cabezas y ocho patas. ¿Un disparate artístico? ¿Una corrección bastante tosca y hecha sobre la marcha por el artista prehistórico?
Pues parece ser que ni lo uno, ni lo otro. Azéma ha demostrado que, según se mueve la luz de una antorcha delante de dichas pinturas, se crea la sensación de que están moviéndose, de que los animales están galopando. El estudio de más pinturas en cuevas como la de Trois Frères en Francia y la de Altamira en España le permitió descubrir hasta un centenar de figuras que se ajustaban a su hipótesis de que los hombres prehistóricos ya eran capaces de crear sensación de movimiento en sus pinturas mediante la yuxtaposición de imágenes.
Un invento adelantado a su época
Pero la prueba más importante la encontró en 2008, gracias a Florent Rivère, un artista e ilustrador especializado en la Prehistoria, quien le llamó la atención sobre la existencia de un extraño objeto conservado en el museo del yacimiento arqueológico de Laugerie-Basse. Se trataba de dos placas de hueso de forma circular que representaban, cada una, la figura de un herbívoro en dos posturas diferentes. Los especialistas no estaba seguros de cuál era su finalidad, pero la tesis comúnmente aceptada se inclinaba hacia la tesis de que era algún tipo de adorno, tal vez pendientes o botones para engalanar las pieles de los cazadores.
Rivère tenía una teoría muy diferente que, cuando se la contó a Marc Azéma, despertó el entusiasmo de este. Dada la imposibilidad de experimentar con las piezas originales, los dos investigadores construyeron una réplica exacta en hueso, tallaron en cada lado el herbívoro en diferentes posturas, como si se tratara de las dos caras de una moneda, metieron un hilo por el centro y, al hacer girar el disco, comprobaron que se creaba la sensación de que el herbívoro galopaba. Para Marc Azéma estaba claro: aquello era un modelo prehistórico de taumatropo, un instrumento óptico que oficialmente no se inventó hasta 1825 y que está considerado uno de los antecedentes del cinematógrafo.
¿El primer cómic de la historia?
Hay que señalar que, lejos de cesar, los descubrimientos sorprendentes siguieron produciéndose en cadena. El más importante de todos, según las hipótesis de Azéma, es el de un panel en la gruta de Trois-Frères conocido como El pequeño arquero. En él se ve una figura humana, una especie de brujo armado con lo que podría ser un arco (o, según otras hipótesis, algún tipo de instrumento musical), rodeado de casi dos docenas de animales, entre herbívoros, bisontes y felinos.
Lo que en un principio podría parecer una amalgama caótica de figuras sin orden ni concierto es, según la hipótesis del investigador, una especie de cómic prehistórico; o si se prefiere, de story-board, por seguir con la terminología cinematográfica. Una secuencia perfectamente planificada en la que se ve en doce pasos cómo los depredadores acosan y cazan a sus presas.
Marc Azéma expuso todas sus teorías en un congreso de arte prehistórico que se celebró en Foix (Francia) en 2010, y sus tesis fueron muy bien acogidas por la comunidad científica. Sedujeron especialmente al arqueólogo Jean Clottes, uno de los especialistas en pinturas rupestres más prestigiosos.
Azéma procedió además a reproducir las figuras estudiadas y a filmarlas superpuestas unas sobre otras. El resultado fue que se obtenía la sensación de dos movimientos en un intervalo de cuatro segundos. Este ha sido un descubrimiento grandioso porque demuestra que los primeros artistas de la humanidad ya eran conscientes de que transmitir la sensación de movimiento era esencial para recrear la realidad, y que, además, sabían cómo hacerlo.
El hallazgo es doblemente sorprendente, ya que en siglos posteriores los artistas egipcios, griegos y romanos optaron por el estatismo y por las figuras bidimensionales. Eso, para algunos expertos, aumenta el mérito de los pintores de las cavernas. Sin ellos saberlo, tal vez, fueron los primeros vanguardistas.