Antecedentes
En la década de 1940, el musical de Hollywood adopto un estridente tono militante. Yanqui dandy (1942), de Michael Curtiz (1886 – 1962), mostraba el ambiente de una nación que entraba en la Segunda Guerra Mundial.
El filme era una manifestación patriótica , sentimental y agresiva donde se deificaba al presidente Franklin D. Roosevelt tanto como a su pretendido protagonista, el bailarín y cantante George M. Cohan (James Cagney).
El cierre de los mercados europeos forzó a Hollywood a mirar al mercado latinoamericano, lo que generó un miniboom de musicales con aire latino, como Serenata argentina (1940), protagonizado por Carmen Miranda. El tono predominante era la exaltación y regocijo y el reparto era estelar, como Thank your lucky stars (1943). Por el contrario, Cita en Saint Louis (1944), de Vicente Minnelli (1903 – 1986) y protagonizado por Judy Garland, era un retrato nostálgico, que giraba en torno a canciones ya existentes.
Después de la guerra, las películas biográficas continuaron construyéndose alrededor de la vidas de los cantantes como Al Jolson (Larry Parks) en The Jolson Story (1946) o compositores como Cole Porter (Cary Grant) en Noche y día (1946).
Con un gran componente de ficción, este tipo de películas marcó el cliché de un artista y creó su gran éxito musical o escena de “genio creativo“; así se producían unas pequeñas falsas entradas (“Day and night…hmmm“) antes de que apareciera una melodía reconocible.
Fred Astaire y Ginger Rogers, las grandes estrellas musicales de la década de 1930, se reunieron para un discreto final, The Barkleys of Broadway (1949). Astaire trabajó con mucha química con Bing Crosby en filmes como Holiday Inn (1942). El joven y, obviamente, más atlético Gene Kelly (1912 – 1996) lo desafió como estrella masculina. Este último debutó en la gran pantalla con For me and My Gal (1942), y pronto aportaría valores innovadores, como en Levando anclas (1945), en el que baila la estrella animada Jerry Mouse, o en Las modelos (1944), en el que su compañero de baile es su propio reflejo.
Minnelli trabajó con Astaire en Yolanda and the Thief (1945) y con Kelly en El pirata (1948), en las que optó por la fantasía y la estilización. La mayoría de estos artistas que trabajaron para el productor Arthur Freed en la MGM se convirtieron en estrellas del boom del musical de la década de 1950.
Levando anclas, sobre marineros de permiso que estaban desesperados por hacer un concierto en el Hollywood Bowl, y el tema deportivo en Take Me Out to the Ball Game (1949), el último filme que dirigió en solitario Busby Berkeley (1895 – 1976), eran los precursores de Un día en Nueva York, 1949. Dirigida por Kelly y Stanley Donen (1924) y basada en un espectáculo de Broadway de Leonard Bernstein de 1944, con libreto de este y letras de Adolph Green y Betty Comden, ambos trabajaron con Rogers Edens en nuevos números para el filme.
Tres marineros (Kelly, Frank Sinatra y Jules Munshin) pasan un día en Nueva York y encuentran a tres chicas (Vera-Ellen, Betty Garret y Ann Miller). Con un estimulante inicio, rodado en exteriores, la película escapa de la artificiosidad de los musicales anteriores, aunque algunos de sus puntos álgidos eran tan estupendos como cualquiera de Minnelli. Durante el resto de la década, Minnelli, Donen-Kelly y Astaire interpretaron un juego para ver quién iba más lejos con sus elegantes saltos y brincos.
Kelly trabajó con Minelli en la ganadora de un Óscar Un americano en París (1951), que gira en torno a los temas del compositor George Gerswin, pero se reunió en la gran pantalla con Donen en Cantando bajo la lluvía (1952). Ambos filmes fueron grandes éxitos y muy admirados. Sin embargo, existía una pequeña diferencia entre las pretensiones artísticas vagamente foráneas de Minelli (un extenso ballet construido alrededor de diferentes pintores franceses) y Donen, un cineasta con los pies en la tierra (por ejemplo, con el lema de la encantadora y traviesa estrella Kelly “Dignidad, siempre dignidad” al slapstick de sus primeras experiencias).

Aunque parezca divertido, fue el tema de Minelli en un filme de ajuste de cuentas, innovador, punzante e inventivo, el musical de “bastidores” Melodías de Broadway (1953). Astaire, cuya contribución fue poner sus pies en el techo en Royal Wedding (1951), interpretaba a la estrella de la comedia musical Tony Hunter, quien acepta de buen grado bromas sobre su edad y hace pareja con la estrella del baile que interpreta Cyd Charisse en la primera de sus expectaculares y flexibles actuaciones.
Sin Kelly, Donen dirigió Siete novias para siete hermanos (1954), un musical ambientado en un western recreado en un estudio, protagonizado por el barítono Howard Keel y con una poderosa coreografía de Michael Kidd. Con Kelly, Donen realizó Siempre hace buen tiempo (1955), una desencantada, pero interesante continuación de Un día en Nueva York, donde tres compañeros de guerra, cuando se encuentran años después, descubren que tienen poco en común.
Charisse proporciona un duelo con Kelly, como con Astaire, Kelly normalmente baila solo porque era raro que pudieran seguirle. Donen trabajó con Astaire en Cara de ángel (1957). Minelli no trabajó tan bien con las adaptaciones de Broadway, dirigiendo a Kelly en Brigadoon (1954) y a Keel en Kismet (1955), donde se hacía patente su origen teatral.
Minelli dirigió a Leslie Caron, que consiguió un Óscar en Gigi (1958), el último gran esfuerzo del equipo de Freed para la MGM. Basada en una novela de Colette y con música de Frederick Loewe y letra de Alan Jay Lerner, la historia se centra en el aprendizaje de una cortesana (Caron) en el París finisecular. Aunque era el final de su carrera como bailarín, Astaire continuó con Papa, piernas largas (1955) donde tenia a Caron como oponente.
En Funny Face trabajó con Audrey Hepburn y en La bella de Moscú (1957) con Cyd Charisse. Kelly dirigió en solitario la experimental Invitación a la danza (1956), pero estuvo en contacto con el comercial en Les Girls (1957), de George Cukor (1899 – 1983).

El éxito de Broadway Oklahoma! (1943) constituyó un musical emblemático de su tiempo, aunque no llegó a la pantalla hasta 1955, de la mano de Fred Zinnemann (1907 – 1997). Este musical ambientado en un western recreado en estudio constituía una apuesta valiente. Pero lo más importante es que confirmaba la relación directa que existía entre Broadway y Hollywood, que colaboraron de manera fluida como se hace patente en bastantes producciones de esa década, como Magnolia (1951), Carmen Jones (1954), Ellos y ellas (1955), El rey y yo (1956), South Pacific (1958) y Porgy and Bess (1959).
Algunos de estos filmes permitieron a estrellas del cine y de la música como Doris Day y Sinatra enfrentarse a papeles consolidados y a grandes canciones, otros posibilitaron que actores que procedían del teatro, como Yul Brynner, pudieran repetir sus éxitos, o que Rossano Brazzi pudiera aparecer como francés, o que incluso no cantantes como Marlon Brando hiciera acto de presencia en musicales.
Kiss me Kate (1953), de George Sidney (1916 – 2002), tenía la ventaja de una reconocida banda sonora, pero no fue tan perdurable como los musicales de Donen, Kelly y Minnelli. Aunque el musical fue disminuyendo, en la década de 1960 surgieron superproducciones como West Side Story (1961), My fair Lady (1964) y Sonrisas y lágrimas (1965).
La década de 1950 ofreció vehículos de lucimiento ya anticuados para talentos como Marilyn Monroe y Jane Russell en Los caballeros las prefieren rubias (1953), de Howard Hawks (1896 – 1977), o Crosby y Danny Kaye en Navidades blancas (1954), de Michael Curtiz. Crosby trabajó con Sinatra y Grace Kelly en Alta sociedad (1956), una versión de Historias de Filadelfia (1940), con banda sonora de Cole Porter y dirigida por Charles Walters (1911 – 1982). “Old Groaner” Crosby todavía era un icono romántico, pero Sinatra mostró los ojos azules que lo convertirían en el definitivo cantante masculino de una nueva generación, lo que condujo al semimusical de la década de 1960.
Los cambios en el musical, y en la música en general, fueron sustentados por las quinceañeras sucesoras de las bobby-soxers, que habían sido admiradoras de Sinatra cuando comenzó a aparecer como una cantante rompe corazones.
En 1956, Elvis Presley debutó en el cine con Love Me Tender. Los musicales giraban en torno a su tosca y sexual presencia, pero su potencial quedó desaprovechado por la escasa visión comercial de su representante, el “Coronel” Tom Parker, que rechazó un papel en West Side Story. The Girl Can’t Help It (1956), de Frank Tashlin (1913 – 1972), fue el primer gran musical pop donde adquirían protagonismo figuras como Eddie Cochran, Little Richard y Fats Domino. Sin embargo, Richard Lester (1932) iba a cambiar el panorama con Qué noche la de aquel día (1964). Por medio de imaginativos montajes de canciones más que un performance estático, Lester inició un proceso que iba a hacer que el musical fuera sustituido por el videoclip.