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El hombre que sabía demasiado

Datos básicos

Título original: The Man Who Knew Too Much

Año: 1956

Duración: 120

País: Estados Unidos

Géneros: Espionaje y Intriga. Grupos: Remake.

Datos técnicos y artísticos

Dirección: Alfred Hitchcock
Guion: John Michael Hayes
Música: Bernard Herrmann
Fotografía: Robert Burks
Reparto: James Stewart, Doris Day, Brenda De Banzie, Bernard Miles, Ralph Truman, Daniel Gélin, Mogens Wieth, Alan Mowbray, Hillary Brooke, Christopher Olsen, Reggie Nalder, Richard Wattis, Noel Willman, Alix Talton, Yves Brainville, Carolyn Jones
Productora: Paramount Pictures

 

1956: Oscar: Mejor canción
1956: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
1956: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director

Sinopsis

Una familia americana, compuesta por el doctor Ben MacKenna (James Stewart), su mujer (Doris Day) y su hijo Hank, está pasando unas vacaciones en Marruecos. Tras la muerte de un espía en brazos de Ben, mientras visitaban el mercado de Marrakech, el matrimonio descubre que su hijo ha sido secuestrado. Sin saber en quién confiar, los MacKenna se ven envueltos en una angustiosa pesadilla que tiene que ver con una operación de espionaje internacional.

Comentario

“Digamos que la primera versión es el trabajo de un talentoso aficionado y que la segunda ha sido hecha por un profesional” 

Con estas palabras expresaba Alfred Hitchcock su descontento con los resultados obtenidos con El Hombre que sabía Demasiado,  en su versión de 1934. Un título del que no se sentía nada satisfecho a pesar de su condición de clásico. Desde su llegada a Hollywood, el cineasta británico había anhelado realizar una nueva versión de la película para satisfacer su afán perfeccionista, deseo que pudo ver cumplido en el año 1955, al rodar el único remake de su carrera…

En el período de Selznick, que era un productor estadounidense conocido por ser uno de los iconos de la Era Dorada de Hollywood, Mr. «Hitch» y John Houseman se plantearon seriamente la posibilidad de readaptar al espíritu americano la historia del estirado matrimonio inglés cuyo hijo es secuestrado en Suiza para obligar a silenciar una información, pero no pudieron resolver el ángulo político. Quince años más tarde, el director consideró que había llegado el momento de poner en marcha nuevamente el proyecto, compró los derechos de la película y elaboró una adaptación de setenta páginas. Acto seguido, John Michael Hayes empezó a escribir el guión con sorprendente rapidez y habilidad, pero la hora de comenzar el rodaje llegó antes de los previsto y el script tuvo que ser terminado sobre la marcha, según las escenas eran requeridas en el plató. 

Para interpretar a la pareja protagonista, el «maestro» se aseguró los servicios de su alter ego cinematográfico, el larguirucho James Stewart, y para sorpresa de sus admiradores contrató a la cursilísima Doris Day, la llamada virgen oficial de América. 

El papel era en principio para Grace Kelly, pero como se retiró del cine para hacerse princesa de Mónaco, se quedó sin musa. Y escogió a esta señorita, tan alejada de la belleza glacial de sus rubias favoritas, y que incluyó en su aventura marroquí.

Pero la elección de Doris Day, sin lugar a dudas la menos sexy de las rubias hitchcockianas, resultó tan sorprendente como acertada. Aunque la actriz no pudo conquistar, como era de prever, un lugar en el corazón del maestro, que siguió esperando inútilmente la vuelta de su adorada princesa. Pero fue una pequeña decepción compensada con creces por el éxito de la canción de la cinta, estoy hablando del Qué Será, Será -ganadora del Oscar del año 1956-

Además eternamente asociada a su memoria y a su cuenta bancaria, pues vendió millones de copias y se dice que le permitió firmar con la discográfica Columbia un contrato por la entonces legendaria cifra de un millón de dólares.

El que sí convenció de verdad a todos fue James Stewart, sencillamente maravilloso en el papel del pacífico turista americano que se ve envuelto, sin desearlo, en las más peligrosas peripecias. Por su parte, los malvados de la función dan una de cal y otra de arena. Así, mientras Brenda de Banzie compone con acierto su personaje, el británico Bernard Miles no logra hacer olvidar al soberbio Peter Lorre de la primera versión.

En esta segunda oportunidad, Hitchcock volvió a hacer hincapié en una de sus obsesiones favoritas, la repentina y dramática irrupción de lo extraordinario en lo cotidiano. Mientras el primer filme se limitaba a narrar una clásica historia de espionaje, en esta ocasión, el «mago del suspense» cargó las tintas sobre la figura de una familia de Indianápolis abocada a una situación límite. Hayes equilibró con suma habilidad los elementos trágicos y cómicos de la trama, fusión que tuvo su momento más feliz en la confusión entre Ambrose Chapel, taxidermista, y la Ambrose Chapel, una capilla metodista, un divertido episodio teñido de amargura por las fatales consecuencias que tal equivocación puede acarrear. 

Finalmente, el hilo de la intriga conducirá a los protagonistas a la sala de conciertos del Albert Hall, para dar paso a una de las muestras más genuinas y logradas del suspense, un ejemplo perfecto de lo que Hitchcock llamaba «cine puro«. 

Al final de la escena ocurre una situación muy cómica, más bien, yo diría absurda. En la que ocurre un forcejeo con 4 trabajadores y el señor MacKenna y a la vez, y  otros trabajadores más, van retirando los animales disecados, un pez espada, un jaguar, un león. Y al final el señor MacKenna consigue liberar una mano y sin querer la mete dentro de la dentadura de un tigre, quedándose atrapada en la dentadura. Al final consigue huir de ellos.

En el apartado musical, la cantata Storm Cloud de Arthur Benjamin, interpretada por la London Symphony Orchestra y dirigida en persona por Bernard Herrman, es en esta ocasión el elemento conductor y desencadenante de la tensión: durante doce espléndidos minutos -124 planos- sin diálogos, el espectador espera angustiado el punto más alto de la cantata, el instante en que los platillos ahoguen la explosión que significó la vida o la muerte de una persona. O como se anuncia al final de los títulos de crédito: «un simple entrechocar de platillos puede cambiar el rumbo de unas vidas». Pocas veces el espectador habrá prestado tanta atención a una partitura musical en un filme.

Esta versión de El Hombre que sabía demasiado fue catalogada durante mucho tiempo como una obra «menor«, la cinta tuvo que esperar tres décadas para obtener el reconocimiento del público y de la crítica, entre otras cosas porque el propio director lo retiró prematuramente de la circulación junto a otros cuatro títulos, con lo que los jóvenes aficionados suelen ignorarlo por completo. 

No es probable que esta película, una de las más logradas de su autor, aunque algunos se empeñen inexplicablemente en considerarla inferior a la primera versión, alcance el puesto que le corresponde en la filmografía hitchcockiana. 

La verdad es que su sencillez y el hecho de tratarse de un remake se lo impedirán. Una lástima, porque la cinta funciona en todo momento como un perfecto mecanismo de relojería, hay emoción y fuerza a raudales, además de una espectacularidad que el tiempo no ha logrado mermar. Aún hoy, si alguien quisiera explicar qué es el suspense, no tendría más que proyectar El Hombre que sabía demasiado y en dos horas habría resumido todas las claves de este género.

Carátula de la película de 1956 El hombre que sabía demasiado
PUNTUACIÓN PELICULA
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