Antecedentes
Cine negro (filme noir) es un término bastante difícil de definir. ¿Es un género, un estilo, un ambiente, un capricho? ¿El cine negro debe filmarse en blanco y negro, debe ambientarse en la ciudad? ¿El verdadero cine negro se rodó en Estados Unidos durante el período clásico, desde 1941 a 1958? ¿Puede considerarse cien negro el rodado en cualquier parte o calificarse como neo-noir, retro-noir o incluso un pastiche noir?
Los historiadores de cine han argumentado todas estas cuestiones durante años, sin llegar nunca a un consenso. Algunos fueron bastante generosos: el crítico británico Raymond Durgnat, siempre provocativo, incluyó King Kong (1933) y 2001: una odisea del espacio (1968) en el cine negro. La mayoría de críticos, sin embargo, aceptan que los noir westerns (Perseguido, 1947), los dramas de época con toques de cine negro (El reinado del terror, 1949), o incluso el ocasional cine negro británico (Noche en la ciudad, 1950) se admitan en el canon.
Los inicios del cine negro
Decidir cuándo empezó el cine negro en Hollywood es igualmente problemático. Sus orígenes están marcados por la estética y el mundo paranoico del expresionismo alemán, y, ciertamente, refugiados del nazismo como Fritz Lang (1890 – 1976), Robert Siodmak (1900 – 1973) y Karl Freund (1890 – 1969) portaron consigo los elementos visuales y temáticos que alimentaron y oscurecieron el repertorio de Hollywood.

Esta generación de cineastas europeos reorganizaron el potencia del medio para crear unos efectos psicológicamente complejos mientras explotaban temas controvertidos -algo que ya era intrínseco al trabajo de directores como Alfred Hitchcock (1899 – 1980), que inicio esta corriente con La sombra de una duda (1943), M, el vampiro de Dusseldorf (1931), de Fritz Lang, sobre un asesino en serie de niños, es uno de los ejemplos más claros de cine criminal que asocia un estilo visual de cine negro con un argumento típicamente negro.
El thriller alemán presentó el arquetípico actor noir con Peter Lorre en una interpretación insidiosa y perturbadora. También aparecía la voz en off, un mecanismo característico del género. Otro de los filmes de Lang, Sólo se vive una vez (1937), también parece anunciar aspectos del cine negro. Aunque ninguno de estos trabajos comunica una claustrofobia existencial de la duplicidad que distingue al género.
Otro candidato algunas veces propuesto como el primer filme de cine negro en Hollywood es El desconocido del tercer piso (1940), un retorcido thriller, protagonizado de nuevo por el europeo Peter Lorre. Este filme todavía era una película de serie B de sólo 64 minutos de duración, dirigida por el desconocido Boris Ingster (1903 – 1978), a pesar de se fotografiada por Nicholas Musuraca, uno de los mejores directores de fotografía del cine negro, tuvo poco influencia en aquel momento. El filme que tuvo más fuerza para instaurar el denominado ciclo negro fue el thriller El halcón Maltés (1941), aunque sus creadores no tenían intención de empezar una tendencia, a pesar de que tuvo el valor de inaugurar uno de los más analizados, admirados e influyentes ciclos de la historia del cine.
Creación del término cine negro
Lo escurridizo del género puede rastrearse en la parte en lo que se conoce como negro sólo después del filme Huston. El concepto es una construcción histórica. Los cineastas que crearon westerns, películas de capa y espada o biografías sabían exactamente con qué convenciones estaban trabajando; muy pocos de los que hacían cine negro se refirieron a su trabajo como tal. El concepto cine negro lo crearon los críticos franceses, que advirtieron una nueva tendencia en las películas estadounidenses que llegaron a Francia después de la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, y que más tarde se conocería como serie negra. El término se acuñó para designar un mundo oscuro y deprimido de crimen y corrupción. Así, el crítico francés Nino Frank fue el primero que utilizó esta denominación en 1946. Sin embargo, fuera de Francia, este concepto no formó parte de la terminología popular hasta la década de 1960.
Los héroes del cine negro raramente son buenos. Cínicos, rudos, intentando tomar ventaja y con falta de sentimentalismo. Son personajes típicamente solitarios y desilusionados, inseguros de ellos mismos y apáticos sobre el futuro. Habitualmente los interpretan actores tales como Humphrey Bogart o Robert Mitchum, estrellas de la pieza angular del género Retorno al pasado (1947), que pueden acceder al lado oscuro de sus personajes.
En el mundo del cine negro, incluso si el héroe es bastante afortunado para sobrevivir a la última bobina, raramente consigue a la chica. Además, se tipifica con ciertos rasgos como la desconfianza entre personajes, la pérdida de la inocencia, la eliminación de los decorados urbanos (como en Una vida marcada (1948) y un sentido de desesperanza, habitualmente compensado por un decididamente sombrío humor que hace que los espectadores estén desolados. El género fue una respuesta a las comedias románticas y al musical. Si la corriente cinematográfica dominante presentaba orgullos a sus héroes perfectos y a sus dulces heroínas, el cine negro se inclinó por lo contrario, con sus antihéroes y femmes fatales.
Entorno fatalista
El período clásico del cine negro americano coincide con los años de la guerra y la posguerra y con la caja de brujas anticomunista, con su penetrante atmósfera de miedo y paranoia. El fatalismo presenta una respuesta al clima político de aquella época. En muchos filmes se advierte cierto nerviosismo sobre el conflicto que asoló Europa, y que finalmente se reflejaba en Estados Unidos- o años después, en la claustrofobia de la guerra fría que asfixiaba el país entero del mismo modo que la amenaza de la aniquilación nuclear.
John Huston (1906 – 1987) rodó El halcón Maltés antes que Estados Unidos entrara en la Segunda Guerra Mundial. El tercer hombre, 1949, dirigida por Carol Reed (1906 – 1976) y ambientada en la Viena de posguerra, refleja el ambiente de desorden de la Segunda Guerra Mundial, dominado por el nerviosismo, el pesimismo y la sospecha. Se plasma la Viena ocupada y gobernada por cuatro potencias militares diferentes, mientras el mercado negro de drogas y asuntos oscuros se extienden por una ciudad devastada. Los paisajes urbanos son perfectos para acontecimientos cercanos a la pesadilla y a la inquieta atmósfera del cine negro.
Las técnicas del cine negro
Las técnicas favoritas del cine negro incluyen una discreta iluminación, curiosos ángulos de cámara, el uso del flashback, voz en off en primera persona, diálogos ingeniosos y argumentos no lineales. Directores de fotografía del momento como Nicholas Musaraca, John F. Seitz y John Alton utilizaban una iluminación expresionista para crear ambiente y realzar la tensión.
Arthuir Edenson, en particular, se considera uno de los creadores del cine negro clásico. Filmó su primera película en 1914 e intervino en numerosos filmes de Douglas Fairbanks y en las primeras películas sonoras, como Sin novedad en el frente, 1930. También en la década de 1930 realizó algunos clásicos de terror de la Universal dirigidos por James Whale (1889 – 1957): Franskenstein, 1931 ,El hombre invisible, 1933, cuya combinación de expresionismo alemán con un ambiente gótico de oscuro melodrama y unos diálogos irónicos estableció una especie de plantilla para las películas de terror. En 1941, Edenson fue el director de fotografía del Halcón Maltes.
Las historias del cine negro
Los temas y los argumentos del cine negro tienen sus raíces en la dureza de las novelas pulp y en la ficción criminal de ese período. En Perdición, 1944, el director Billy Wilder (1906 – 2002), y el autor Raymond Chandler adaptaron la novela de James M. Cain. El estilo de Chandler inspiró numerosas películas, incluidas El sueño eterno, 1946. En Perdición, el personaje Walter Neff, interpretado por Fred MacMurray, empezaba con: «¿Cómo imaginarse que el crimen puede oler a madreselva?«. Neff está relacionado con un asunto de asesinato con la manipuladora Phyllis Dietrichson, interpretada por Babara Stanwyck. Las mujeres del cine negro son arquetipos: obedientes, mujeres adorables o femmes fatales -estupendas, misteriosas, traicioneras y preparadas para hacer cualquier cosa con tal de estar en la cima.
El cine negro en los 40’s 50’s
Durante las décadas de 1940 y 1950, el cine negro fue más intenso: las sombras aumentaban en la penumbra y se abusaba de ellas, los puntos álgidos eran cada vez más temerarios y más histéricos, y los ángulos de cámara era más vertiginosos, mientras que el sentido del fatalismo se intensificó y llegó a ser incluso más interiorizado.
Otros miedos de la época también se incluyen en las películas: la paranoia anticomunista, la desorientación y el vacío de las posguerra. Encrucijada de odios, 1947, abandera la violencia en los veteranos desmovilizados; el persistente espectro del nazismo emerge en Encadenados, 1946; una continua preocupación sobre las mujeres y novias se hace patente en La dalia azul, 1946; y el alcoholismo, un creciente problema en el Estados Unidos de posguerra, hace aparición pero todo ello se desvanece con el héroe de Días si huella, 1945.
Final de un ciclo
La audacia de Sed de mal, de 1958, de Orson Welles (1915 – 1985), marca el final del ciclo del cine negro estadounidense. Se trata de una historia sensacionalista de corrupción en una sórdida ciudad fronteriza, interpretada por Charlton Heston como un honrado agente mexicano de narcóticos; Marlene Dietrich, una madama de burdel que fuma puros; y Welles, como un degenerado policía americano. El filme es famoso por su plano-secuencia inicial de tres minutos y su caza final, que muestra una extravagancia visual y un uso experimental de los efectos de sonido.
Como Estados Unidos se alejaba de la neurosis de la guerra fría, el ritmo del cine negro, con visiones cargadas de fatalismo, parecía una réplica, un desencanto frente al optimismo y la piedad patriótica de gran parte del mensaje de Hollywood. Aquellos desfiles patrióticos en la calle principal tuvieron su sardónico homólogo en las malas calles, el brillo de las luces y los ruidosos tambores, la oscuridad de las sombras y el más vacío de los ecos. Como el historiador de cine Colin McArthur comenta: «Las respuestas del cine negro no eran sociales […] de un sociedad en particular, sino metafísicas, relacionadas con la angustia y la soledad como elementos esenciales de la condición humana«.